La crisis económica derivada de la pandemia global por el coronavirus está afectando a todos los sectores, provocando, entre otros hitos, cambios severos en muchas industrias, la destrucción de puestos de trabajo o el aumento de las necesidades de liquidez para contrarrestar las caídas en la facturación. Sin embargo, todos ellos -empleados por cuenta ajena, autónomos o empresarios- cuentan con una denominador común: la necesidad de tener un techo bajo el que vivir.

Si en la anterior recesión, que se produjo hace alrededor de una década, la corrección severa en los precios del sector inmobiliario resultó inevitable, en la actual no parecía existir una excesiva burbuja previa, pero eso no ha evitado que, principalmente por detonantes sociales, las preferencias de los consumidores parezcan estar virando hacia los pisos de alquiler, así como a viviendas con un menor número de habitaciones.
Las premisas parecen claras: se busca una mayor flexibilidad ante el temor a que nuevos rebrotes en los contagios condicionen la realidad laboral o la capacidad de movimientos de las personas. Además, en el caso específico de determinados colectivos, como estudiantes o segmentos de población emigrante, se prefiere evitar el uso compartido de viviendas para aumentar la seguridad, mientras que se exige la inclusión de ‘cláusulas Covid’ ante la posible contingencia de que, por emergencia sanitaria, se deba abandonar el piso.
¿Un encarecimiento en los precios?
La incertidumbre sobre la evolución de la economía, en relación a la duración de la pandemia o las dudas acerca de la situación de las finanzas familiares están aumentando la demanda hacia los inmuebles en alquiler, haciendo que muchos potenciales compradores pospongan, al menos por el momento, cualquier decisión de adquisición hasta que se aclare algo más el panorama.
Todo ello, previsiblemente, está estimulando el interés hacia los pisos en grandes ciudades que estén cercanos a los lugares de trabajo y bien comunicados, tanto con las principales arterias e infraestructuras, como desde el punto de vista de acceso a atención de la salud. En este contexto, es probable que se produzca un incremento en los precios de los arrendamientos incluso a pesar de la coyuntura de crisis, a lo que puede sumarse otro riesgo más: el de que algunos propietarios, acuciados por la necesidad de liquidez, decidan poner a la venta sus inmuebles en alquiler, restringiendo aún más la oferta existente.
En paralelo, parece que se encuentra en pleno proceso de crecimiento otro tipo de propuestas de alojamientos, como puede ser, por ejemplo, el coliving, basado en viviendas que, por un lado, ofrecen la privacidad propia de un hogar junto a espacios amplios y zonas habilitadas de manera específica para trabajar o estudiar. Algunas de ellas, incluso, incorporan servicios de lavandería, que se suman, por supuesto, al cumplimiento de los estándares de higiene actuales previstos por la ley.
Cambio de paradigma
La pérdida de poder adquisitivo, lógicamente, afecta a la capacidad de compra de una vivienda. Ya en 2008, esta realidad se tradujo en un incremento en el número de alquileres mientras que, por ejemplo, caía bruscamente la cantidad de nuevas hipotecas suscritas. A esto hay que sumar que, desde 2019, la ley reguladora de los contratos de crédito inmobiliario ha aumentado los criterios de solvencia para la aprobación de este tipo de operaciones.
Mientras esto sucede, las preferencias de los consumidores han cambiado, hasta el punto de que, en la actualidad, gran parte de ellos privilegia disponer de viviendas con jardín, terraza y, si es posible, rodeadas de zonas verdes. El número de metros cuadrados ya no es tan importante mientras se disponga de un espacio para trabajar, en tanto que la localización dentro de la ciudad, en un barrio premium o en los suburbios, tampoco es un factor determinante mientras se cuente con una buena comunicación.
Además, hay que tener en cuenta que el volumen de algunos colectivos de clientes ha caído como consecuencia directa de la crisis sanitaria. Muchas universidades y escuelas de negocio, por ejemplo, han sustituido las sesiones presenciales por otras vía streaming, lo que significa que gran parte de los estudiantes foráneos que venían a pasar el curso se queda en sus lugares de origen. Por otro lado, muchos turistas se han visto afectados tanto por las lógicas restricciones para proteger la salud como por el propio miedo en evitar cualquier riesgo de contagio.
Estas son algunas de las razones que explican que, con bastante probabilidad, el alquiler de viviendas incluso crecerá en algunas zonas de las grandes ciudades mientras en otros puntos caerá con fuerza. En este contexto, es más clave que nunca que los agentes inmobiliarios sepan entender y captar las preferencias de los clientes, utilizando, para ello, tanto su profesionalidad y su conocimiento del sector, como la empatía y otras habilidades emocionales que les sirvan para personalizar lo máximo posible la oferta a los usuarios.